Un día como hoy nació Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979). Vivió intensamente la política que fue para la que vino a este mundo. Siempre perseguido, Javier Tantaleán con acierto dijo que Haya “Supo hacer del APRA un movimiento de religiosidad política”. No fue hijo de la pobreza ni de la opulenta República Aristocrática del comienzo del siglo XX. Fue un hombre de clase media. Conoció a Antenor Orrego, filósofo trujillano y escribió en “La Industria” donde también lo hacía César Vallejo que conociéndolo y leyéndolo, llegó a decirle con fino presagio: “Pichón de cóndor, tú volarás muy lejos”. Cultivó una gran amistad con Abraham Valdelomar y pegado a ellos, Alberto Hidalgo, formaron los tres la temida Vanguardia. Trató al viejo Manuel González Prada, máximo exponente del realismo político, que marcaría su proceso intelectual y político. Vino a Lima y estudió en San Marcos letras y derecho. Nunca acabó la carrera porque jamás lo dejaron. Contestatario, fue un completo dolor de cabeza para Augusto B. Leguía (1919-1930) y criticó que el Arzobispo de Lima, Monseñor Emilio Lissón, imputado leguiísta, gestionara para que el Perú fuera consagrado al Sagrado Corazón de Jesús. Su célebre frase que repitió sin detención. “El quinto no matar”, lo volvió mito entre los apristas de su época. En México fundó el APRA en 1924. Viajó hasta Rusia, Alemania e Italia pero no fue comunista, nazi ni fascista. Asumió que los trabajadores debían ser comprendidos en un solo frente antiimperialista y por eso pregonó, a diferencia de los comunistas, que hablaban de la lucha del proletariado, el frente único de los trabajadores manuales e intelectuales. Amigo de J.C. Mariátegui, pronto se distanciaron por sus visiones ideológicas. Alcanzó a firmar la Constitución de 1979 y lo hizo en la alta membresía de Presidente de la Asamblea Constituyente.