El pasado martes 20 de octubre, se cumplieron 137 años de la firma del Tratado de Ancón (1883), que puso fin a la guerra que Chile nos declaró en 1879. Nuestros niños deben conocerlo y los maestros que no lo enseñan, creyendo absurdamente que sería alentar el revanchismo, deberían renunciar a la cátedra de historia por ser timoratos, sumergidos en su coraza de papel, propia de los derrotados, por el grave daño en la idiosincrasia y en el alma de las nuevas generaciones de peruanos. Jorge Basadre dijo que debemos conocerlo “…para no repetir los errores del pasado…”. Este tratado nunca debió firmarse -pero lo hizo Miguel Iglesias, pensando en sus intereses personales, fue ratificado por el Congreso bajo sus dominios al año siguiente-, por ser desfavorable para el país pues a la sola firma perdimos para siempre Tarapacá, y las ciudades de Arica y Tacna, invadidas por Chile, debieron ser objeto de un plebiscito o consulta popular que creímos cándidamente pues jamás se realizó. Solo Francisco García Calderón, el mayor jurista peruano del siglo XIX, reconocido como Presidente Provisorio del Perú (1881) -Gobierno de La Magdalena-, por los notables de Lima completamente ocupada por las tropas del general Manuel Baquedano, ejemplifica la dignidad nacional por excepción entre los 6 mandatarios que tuvimos durante la guerra, al rehusarse rubricar el tratado y por no hacerlo, fue llevado preso a Santiago de Chile. Los franceses, con Du Petit Thouars a la cabeza, que amenazó con desaparecer a la escuadra chilena si continuaban destrozando Lima, y el presidente de EE.UU., James A. Garfield (1881), al comienzo, eran razones poderosas para no firmarlo. A los gobernantes que siguieron luego de la guerra, les faltó agallas para afrontar política y diplomáticamente la chilenización de Arica y Tacna -Manuel González Prada, primero, y el propio Basadre, después, los imputaron-, hasta que llegó Leguía, injustamente criticado -murió encarcelado, en 1932-, para poner coto al problema, con la firma del Tratado de 1929, por el que perdimos para siempre Arica y recuperamos a la heroica Tacna, normalizando nuestra relación bilateral terrestre con Chile.

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