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Hace dos años, en esta fecha, 6 de diciembre -solo que fue domingo-, la oposición venezolana -en ese momento cohesionada en una sola plataforma política denominada Mesa de Unidad Democrática, MUD- logró vencer abrumadoramente al gobierno de Nicolás Maduro en las elecciones parlamentarias. Habían pasado 16 años para que la oposición se hiciera del control de la Asamblea Nacional por la vía democrática. Estuvimos allí para vivirlo y contarlo. Fuimos 5 los observadores internacionales por Perú -los entonces congresistas Martín Belaunde Moreyra y Omar Chehade Moyano, los actuales legisladores Cecilia Chacón y Luis Galarreta, y con ellos el suscrito-, invitados por la MUD; aunque al chavismo jamás le gustó que así fuéramos reconocidos y nos calificaron en la rara figura del “acompañamiento”. Maduro esa misma noche salió a reconocer públicamente su derrota. Los abrazos y las esperanzas de una Venezuela diferente se hicieron presentes en esa jornada dominical. Era el éxtasis entendible de una sociedad llanera que no podía creerlo. Habían vencido al chavismo, que cada vez se mostraba menos democrático. Los primeros días del mes de enero de 2016, se produjo la renovación del Parlamento y allí comenzó a desnudarse la verdadera intención del dictador que lo tenía todo preparado. Maduro, en realidad, jamás aceptó la derrota. Desde ese momento, sistemáticamente se ensañó con la Asamblea Nacional hasta defenestrarla. El autócrata ha decidido no entregar el poder, pero hay quienes no se dan cuenta de ello. Ninguneó el proceso de revocatoria -que sencillamente terminó sepultando- y hasta algunos opositores juraron cargos ante la Asamblea Constituyente ilegítima que impuso. Maduro se dio cuenta en el camino de que la oposición nunca jamás llegó a mostrarse unida y utilizó esa circunstancia para doblegarla. La victoria de la Asamblea Nacional quedó como un acto iluso de los demócratas venezolanos. Maduro se ha burlado del sistema democrático de su país. Desde que llegaron al poder con Hugo Chávez, nunca fueron prístinos. Maduro caerá, pero no será por ahora; porque la oposición ha seguido cayendo en su juego.