Hoy se cumplen 208 años de la promulgación de la Constitución Política de la Monarquía Española, que ha pasado a la historia del constitucionalismo contemporáneo con el nombre de Constitución de Cádiz. También llamada la Pepa porque coincidió su dación con la festividad religiosa de San José (Pepe) Obrero, fue dictada por las Cortes Generales del reino que llegara a ser presidida por el jurista criollo peruano Vicente Morales Duárez y por cuya altísima membresía en el Derecho, constituye la máxima condecoración que otorga el Ilustre Colegio Abogados de Lima -me fue impuesta en ceremonia en el CAL (2017) y en ese mismo acto pasó por mi voluntad a manos de mi madre en gratitud por hacerme abogado-. Se trata de la primera Carta Magna en la historia española y fue dada en circunstancias políticas sumamente complejas para el país dado que se encontraba bajo el dominio napoleónico que luego de invadida la península colocara a José Bonaparte -Pepe Botella-, hermano del gran corzo francés, al frente de la nación ibérica, y cuando el rey Fernando VII ya había sido obligado a abdicar y fuera recluido en Saboya. Fue el instrumento jurídico español de más alta jerarquía que llevó adelante el iusnaturalismo o derecho natural que había irrumpido en Europa durante la denominada Ilustración del siglo XVIII, y en consecuencia, en contraposición con el derecho divino que sustentaba al denominado Antiguo Régimen que avalara los caprichos de las monarquías absolutas europeas como la de Luis XIV de Francia que había dicho: “El Estado soy yo”. Al propio Fernando VII jamás le gustó la Constitución de 1812 pero tuvo que jurarla presionado por la vorágine liberal que había ganado enorme espacio en esa época, coincidiendo con los años del proceso libertario de las naciones de América, entre ellas, el Perú en 1821. En España la gran mayoría exclamaba que la soberanía ya no estaba en manos del monarca sino en el pueblo y que de la soberanía era precisamente que emanaba el nuevo poder constituido y distribuido por la separación de poderes. Allí está el enorme legado de la histórica Constitución de Cádiz de 1812, cuyo espíritu hicieron suyo gran parte de las naciones americanas apenas independizadas de España al comienzo del siglo XIX.