Hoy se cumplen 33 años de la muerte del eminente jurista arequipeño y amauta nacional, José Luis Bustamante y Rivero, que fuera presidente del Perú (1945-1948). Su deceso –era en ese momento senador vitalicio (1980-1989)– se produjo a pocos días de cumplir 95 años de edad (15 de enero de 1894). Bustamante fue descollante principalmente como hombre del derecho. Fue ministro de Justicia (1930-1931) del gabinete de Luis. M. Sánchez Cerro, asesinado dos años después. Ungido decano del Ilustre Colegio de Abogados de Lima (1960), llegó a ocupar el altísimo cargo supranacional de presidente de la Corte Internacional de Justicia (1967-1969), el órgano judicial de la ONU con sede en la ciudad de La Haya.

Su mayor legado ha sido haber firmado el Decreto Supremo N° 781 del 1 de agosto de 1947 que consagró la histórica tesis de las 200 millas. En el destierro, luego del golpe de Estado que le infringió el general Manuel A. Odría, en octubre de 1948, Bustamante lamentablemente distorsionó la tesis sosteniendo erradamente la idea de que el Perú tenía un mar territorial de 200 millas cuando el único registro histórico era que los Estados costeros tuvieron un mar territorial (criterio de seguridad militar) de solo 3 millas –donde existe la figura del paso inocente e inofensivo–, que era la distancia del tiro del cañón. La tesis en realidad consagró la soberanía y jurisdicción del Estado costero sobre los recursos vivos (peces) y no vivos (minerales) que se hallen hasta las referidas 200 millas, es decir, nunca fue sobre las aguas porque siempre se ha respetado el derecho universal de la libertad de comunicación (Navegación) como está perfectamente reconocido en la Constitución Política (Art. 54°).

El error de Bustamante que lo llevó incluso a ser un firme opositor de nuestra adhesión a la Convención del Mar de 1982 que recogió intacta la tesis de 1947 –llevamos 39 años fuera del mayor instrumento jurídico que regula los océanos–, advirtiendo con denunciar como traidores a la patria a los que promovieran su firma, no colisiona con su enorme figura de estadista con probidad política y conducta personal inobjetables.