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Hace 59 años, el 27 de setiembre de 1960, murió el ilustre historiador y diplomático Raúl Porras Barrenechea (1897-1960). La ejemplar vida no escrita de Porras la conocí de mi maestro el embajador Gonzalo Fernández Puyó, descollante presidente de la Sociedad Peruana de Derecho Internacional - SPDI (1991-2010), que fuera su secretario cuando el historiador fue nombrado canciller por el presidente Manuel Prado, en 1957, despachando durante casi toda su gestión desde su casa en la calle Colina, en Miraflores, hoy museo e instituto que llevan su nombre. 

Porras fue un hombre de carácter, pero, sobre todo, de principios. Recoletano en su niñez y sanmarquino en su juventud, nos enseñó que por encima de coyunturas y de apetencias políticas, se anteponen los valores del hombre, cuidando jamás terminar como convertido en un fantoche del poder. Riguroso como nadie, se introdujo en las profundidades de la investigación histórica y jurídica, las que corrían en paralelo a su desempeño diplomático. 

Conoció con enorme pasión acerca de la historia de nuestras fronteras y límites, y junto a Alberto Ulloa Sotomayor y a Alberto Wagner de Reyna, también miembros conspicuos de la SPDI, fueron, a mi juicio, los mejores en este tema. Porras fue ejemplar. Durante la reunión de cancilleres de la OEA, en San José de Costa Rica, el 23 de agosto de 1960, verbalizó un histórico discurso de oposición al que recientemente había pronunciado el representante de EE.UU., condenando la revolución cubana que encabezó Fidel Castro. 

Porras, sin ser comunista, invocó el principio de No intervención en los asuntos internos de los Estados y se encargó de recordar que su ferviente alocución estaba exenta de carga ideológica. Porras, por sus principios innegociables, contradijo al presidente Prado, y a su retorno a Lima fue desairado en el aeropuerto, pues no fue recibido, como correspondía, por el edecán del presidente. A las pocas semanas renunció y días después murió. ¡Qué gran ejemplo para nuestros diplomáticos de hoy!