El Tratado de Lima, firmado el 3 de junio de 1929, como hoy, -gobernaba Augusto B. Leguía (1919-1930)-, solucionó para siempre la delimitación terrestre entre Perú y Chile. Esa es una verdad incontrastable y  cualquier idea en contrario resultará demagógica.

Las hay pues algunos peruanos irresponsablemente siguen pregonando la absurda recuperación de Tarapacá y Arica, a las que denominan provincias cautivas. También hay chilenos, como el actual presidente, Sebastián Piñera, que en expresión del cinismo a la máxima potencia, han sostenido que la delimitación marítima entre ambos países, decidida por la Corte Internacional de Justicia (2014), se inicia en el Hito No. 1, que es el punto de demarcación terrestre, acordado por la Comisión Mixta peruano-chilena en 1930 y que el denominado triángulo terrestre –no existe jurídicamente- que se encuentra dentro del territorio (soberanía) del Perú-, es chileno.

Debo precisar: 1° El Tratado de Ancón (1883) que puso fin a la guerra entre ambos países, debió significar una etapa distinta al funesto enfrentamiento bélico. No fue así. Chile se comprometió a celebrar un plebiscito para los territorios de Tacna y Arica -Tarapacá la perdimos a la sola firma del tratado-, pero fuimos cándidos y no leímos que su plan expansionista era de realización imperturbable desde los tiempos de Diego Portales, por lo que la chilenización era parte de ese cometido. 2° EE.UU. nos prometió la recuperación de Arica y Tacna y al final solo conseguimos la reincorporación de la heroica Tacna al seno de la patria. En toda negociación las posiciones maximalistas deben dar paso a la cesión que no debe asumirse como una derrota.

El acuerdo con Chile nos exigía realismo político-diplomático y eso hicimos, por lo que Leguía fue injustamente satanizado; y, 3° En 1999 Chile dio cumplimiento a los pendientes señalados en el artículo 5 del Tratado, esto es, la construcción de la estación terminal ferroviaria Tacna-Arica, el malecón de atraque y el edificio de aduanas. Aunque no hemos aprovechado hasta ahora dicha servidumbre a nuestro favor, Chile cumplió y eso fue lo relevante. A 92 años de la firma, lo importante es que ambos países concluimos en 1929 nuestros problemas terrestres gracias a este tratado que tiene carácter perpetuo.

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