La historia marítima internacional recuerda a la enorme figura del rey Enrique de Portugal, fallecido un día como hoy, 13 de noviembre, de 1460. Pero ¿Por qué fue importante este monarca de la península ibérica, espacio geográfico que comparten Portugal y España?. Llamado “El Navegante”, Enrique vivió en la primera mitad del siglo XV y fue el primer rey europeo que se llevó abajo la tesis de Ptolomeo que sostenía que la Tierra era plana. Enrique, en cambio, hizo suyo y legitimó el argumento de Nicolás Copérnico sobre la redondez del planeta que luego fuera confirmado por el no menos famoso científico Galileo Galilei. Enrique El Navegante, entonces, es el verdadero precursor de los grandes viajes de descubrimiento y de circunnavegación que volvió a Portugal, junto a España, en esa época llamada Castilla, en las potencias marítimas de la denominada Edad Moderna, cuya fase explosiva comprendió a los tiempos del Humanismo y el Renacimiento europeos. Desde la historia de las Relaciones Internacionales, Enrique de Portugal, vivió durante la denominada primera globalización del sistema internacional de Occidente, volviendo a su país realmente vanguardista en la Europa del referido siglo XV, y preparó la cancha para que al final de esa centuria, Portugal sellara su poder internacional con la firma del famoso Tratado de Tordesillas (Valladolid, España), que en 1493 la ungiera junto a España, como los Estados más poderosos de la época. Gracias a los ajustes de las Bulas Alejandrinas -conjunto de normas pontificias del papa Alejandro VI-, Portugal se hizo acreedor, además del sur africano, de las tierras americanas de las costas atlánticas del actual Brasil. Todo lo anterior había pasado porque Enrique empoderó previsoramente a su país, volviéndolo geopolíticamente poderoso en el mundo. Le dio fama a la sonada Escuela de Sagres que lo convirtió en mito, y a su gesta en hito, aunque como pasa en la cadena de los procesos históricos, con el devenir de los años, no faltaron quienes dudaron de su visión marítima internacional; sin embargo, jamás pudieron opacarlo ni excluirlo del muy bien ganado lugar en la historia de la navegación universal.