En estos días tensos predominan las encuestas, las apuestas y los temores. Una preocupación constante es que la violencia política se desate después del 6 de junio. Se anuncian manifestaciones y desórdenes callejeros ante la derrota de uno u otro candidato. Incluso los seguidores de Pedro Castillo convocan en las redes sociales a una gran movilización nacional contra el fraude para el 20 de mayo en las principales plazas. La mejor defensa de la democracia es garantizar absoluta transparencia en el voto. La presidencia del JNE está siendo cuestionada en sede parlamentaria por lo cual el gobierno de transición debe dar todas las garantías posibles. Igualmente, la defensa de la democracia pondrá a prueba la atención que realmente se preste a los derechos fundamentales de los ciudadanos. Será crucial desarrollar propuestas que permitan superar la actual desatención sanitaria del gobierno que ha generado tanta desmotivación y desconfianza en los políticos. La polarización ideológica no borra los altos números de fallecimientos. El enfrentamiento entre ricos y pobres es inconducente en momentos en que solo la unidad en democracia nos permitirá superar la crisis nacional que no desaparece por la confrontación entre el comunismo y la derecha. La población ya genuinamente resentida por la altísima mortandad, recibiría muy bien mayor amplitud y participación profesional, sin banderas ideológicas de por medio, en la atención médica a las mayorías, preocupación por las largas colas y el maltrato en la vacunación, unidos al déficit de camas UCI y la provisión oportuna del oxígeno salvador. La exacerbación electoral no cambia la emergencia extendida hasta el 30 de junio, la cita del 6 no elimina el contexto de gravedad. Así como la masacre del VRAEM ha sido condenada masivamente y la autoría senderista es un llamado de atención a preservar la democracia del terrorismo, los pacientes del sistema de salud colapsado reclaman la más aguda sensibilidad política.