La seguridad ciudadana es el tema más preocupante de los peruanos de cara a las próximas elecciones generales. Sin embargo, hasta este momento, nadie ha inventado la fórmula mágica que, al menos en algo, frene el avance del hampa: leyes más drásticas, pena de muerte, represión brutal y la salida de la justicia de los derechos humanos han quedado como globos de ensayo para la tribuna.
Ningún peruano ha dado en el clavo sobre la estrategia para reducir los índices de inseguridad ciudadana, ni quienes pasaron algún tiempo por el Ejecutivo ni quienes opinan como siempre desde afuera. ¿Cómo combatimos el crimen si hay policías corruptos?, ¿cómo acabamos con la delincuencia si hay algunos jueces, fiscales y agentes del INPE coimeros? Así no vamos para ningún lado.
Hace unos días salió del penal Jhon Cruz Arce, el cabecilla de Los Pulpos, la banda criminal trujillana más sangrienta del norte del país, cuyos tentáculos se extienden hasta Chile. Lo que leímos en los titulares de los medios de comunicación fue vergonzoso: se echaban la pelota sobre quién había ordenado la liberación de este antisocial. ¿Cómo confiar en esta lucha contra la delincuencia?
Como pueden leer, los ciudadanos padecen más por la falta de credibilidad de sus autoridades que por la misma criminalidad. Sabemos que si el hampa nos elige como víctimas hay una gran probabilidad de no salir bien parado. Entonces, quien le devuelva el respeto a la autoridad tendrá la posibilidad de enganchar con el público. Alguien que cumpla con devolvernos la fe habrá dado el gran salto.