Como miles de veces desde 1980 hasta la fecha, el Perú está nuevamente de duelo por la muerte de un policía más en manos de elementos terroristas que hoy operan en alianza con traficantes de cocaína en la zona del Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), donde efectivos de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, de manera conjunta y dentro de una nueva estrategia, tratan de recuperar el territorio tomado por estos delincuentes.

El fallecido es el joven suboficial de tercera PNP Aarón Gómez Cuti, quien formaba parte del grupo de élite presentado en agosto último por el ministro de Defensa, Jorge Nieto, en Jauja, como un componente destinado a hacer operaciones tácticas contra el narcoterrorismo, previo trabajo de inteligencia. Por eso es que esta muerte se produce en medio de “operaciones ofensivas” y no acciones de patrullaje, tal como ha aclarado el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas.

El suboficial Gómez Cuti se suma a los miles de uniformados que vemos caer desde hace 37 años a manos de los “narcorrezagos” de la banda armada formada por Abimael Guzmán. Los que quedan en el Vraem son pocos, no más de 300, pero el daño que siguen causando al país es grande, por lo que es de esperarse que la nueva estrategia de lucha en la zona traiga muy pronto los resultados que esperamos todos los peruanos.

De otro lado, es de esperarse que los familiares del heroico suboficial abatido reciban todo el respaldo del Estado y en especial de la Policía Nacional, a diferencia del agente asesinado hace poco por mineros ilegales en Madre de Dios, cuyos restos fueron llevados en el techo de un taxi hasta Arequipa para ser velados y sepultados. Esto ha sido una vergüenza que ojalá sea sancionada como se debe, sin importar la jerarquía de los responsables.

El Perú no estará pacificado mientras tengamos a narcoterroristas en el Vraem, amenazando a uniformados y acosando a los civiles que habitan la zona; y mientras en Lima la otra facción del terror, aquella que actúa “ideológica y políticamente” -así, entre comillas-, siga activa ante los ojos de todos. La estrategia del Estado debe ser integral para acabar con esta gente y voltear de una vez una dolorosa página abierta desde hace 37 años.