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Todos estamos de acuerdo en que una de las mayores riquezas de la experiencia humana tiene que ver con la diversidad. La llegada de internet fue vista, en un primer momento, como la oportunidad de acceder a infinidad de informaciones y visiones del mundo. La promesa era la de una sociedad del conocimiento. Sin embargo, rápidamente migró hacia una sociedad de la información. La dificultad principal ha sido buscar combinar información con negocio. Las compañías rápidamente se dieron cuenta de que, para captar nuestra atención y dinero, debían de ser relevantes para nosotros, de forma individual.

Hoy en día, complejos algoritmos definen un microcosmos de navegación virtual que el activista de internet Eli Pariser bautizó como “el filtro burbuja”. De acuerdo a nuestra historia de navegación en la web y otros datos, los buscadores generan filtros de contenidos que determinan a qué información accedemos (y a cuál no). Por ejemplo, cualquiera que haga una búsqueda online de botas en oferta, de pronto encontrará más enlaces y publicidad de ventas de botas en sus siguientes visitas a la web. ¡Conveniente! Sí… si nuestro objetivo es comprar zapatos. Sin embargo, si buscamos informarnos resulta terriblemente nocivo. También resulta confuso, ya que pensamos que tenemos “acceso a todo tipo de información en internet”, pero en la realidad, estamos reforzando nuestras propias ideas, sesgos y opiniones.

Considerando lo anterior, debemos hacer un esfuerzo por mantenernos abiertos a opiniones, pensamientos y formas de vida diferentes a las nuestras. Necesitamos tener conciencia sobre la importancia de disentir con respeto, de estar tranquilos con no estar de acuerdo. Incorporar nuestras diferencias nos permite construir sentido de forma compleja y profunda. Implica, además, encontrar los puntos en común que nos conectan como personas. Si logro ponerme en tus zapatos, por más diferentes que sean de los míos, es porque reconozco que compartimos un camino: la experiencia humana.

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