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La semana pasada, con la disolución del Congreso aún fresca, afirmábamos desde esta columna que el golpe, en realidad, lo había recibido Alianza Para el Progreso, el partido liderado por César Acuña. La desazón exhibida por sus propios militantes, y que era palpable a través de las declaraciones de sus representantes y de los comentarios en las redes sociales, dejaba ver que la agrupación de Acuña había entrado en un terreno complicado de cara al futuro inmediato.

Ese futuro inmediato está aquí, ahora. Esta semana César Acuña volvió de España, donde se encontraba como tantas veces a lo largo del año, y tuvo que poner la cara para tratar de resolver el entuerto. Y el entuerto había sido acometido bajo el liderazgo de su propio hijo, Richard Acuña. “Los congresistas de APP se han equivocado”, terminó diciendo Acuña. En realidad, ya sus hombres de confianza en Trujillo lo habían anticipado: el líder de APP no avalaba lo visto en el Congreso el 30 de setiembre, la actuación de los congresistas fue “a título personal”.

El lunes, en un mensaje a su militancia, César Acuña incluso aseveró que ya no habrá más invitados en las próximas elecciones. El mensaje parecía aludir a Luis Iberico y Marisol Espinoza, quienes han defendido la posición fujimorista en contra de la disolución del Congreso y han llamado dictador a Martín Vizcarra.

Pero ayer Espinoza presentó una demanda de acción de amparo contra la decisión de Vizcarra. Es decir, mientras que Acuña trataba de enmendarle la plana a su bancada, y salía a decirle a la gente que ellos apoyan al Mandatario en su decisión, la congresista disuelta de APP hacía todo lo contrario apenas unas horas después del pronunciamiento del líder. Más claro ni el agua.

El daño, sin embargo, ya está hecho. Y Acuña lo sabe: hay poco tiempo para enmendarlo, pues las elecciones son en enero.