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Hace pocos días el Perú, el periodismo y en especial Grupo Epensa y el diario Correo hemos sufrido la pérdida de nuestro columnista Luis Rey de Castro, quien cada domingo publicaba su texto, donde exponía con contundencia, claridad y total finura sus ideas, siempre a favor de la democracia, las libertades y la legalidad, con la autoridad que le daba el haber sufrido persecución, cárcel y hasta deportación por parte de las dictaduras de Manuel Odría y Juan Velasco.

Este diario tiene el inmenso honor de haber sido el medio que publicó su última columna “Torre de papel”, aparecida el 10 de abril, día de las elecciones generales. Apenas dos días después, Luis murió en su casa en total paz, tal como me lo confesó su hija Ana María el día de su velatorio en Miraflores. “Mi papá se fue como todos quisiéramos irnos: sin dolor y sin el menor sufrimiento”, me dijo.

Personalmente recuerdo a Luis llegando a la Redacción de Grupo Epensa, siempre muy discreto y educado, para conversar sobre política y demás. Era un lujo tenerlo en la Dirección de Correo. Tenía la delicadeza de avisar días antes de su visita para “no incomodar” -aunque nunca lo hubiera hecho- con un arribo repentino. Inolvidable también la puntualidad con que enviaba su columna los sábados por las tardes, para ser publicadas los domingos.

Recordemos que durante la dictadura de Velasco, esa que tanto admira el presidente Ollanta Humala pese a los supuestos ascos de su premier Pedro Cateriano, Luis -junto a otros valientes colegas- sufrió persecución por sus críticas al régimen abusivo e ilegal que sedujo a otras plumas que incluso hoy, sin el menor vestigio de sangre en la cara, tienen el desparpajo de “criticar” al gobierno también autoritario de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos.

“Jornada para respetar al milímetro las preferencias y opciones de todos y hacer ejercicio de responsabilidad”, escribió en su última columna. Suscribo lo dicho por este valioso arequipeño, pues pese a la claridad de sus ideas y la absoluta contundencia de ellas, siempre practicó la tolerancia y el respeto a los demás, algo que sería muy positivo rescatar en nuestro país, más aún en tiempos electorales como los que vivimos. ¡Adiós, maestro!

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