¡Adiós,
¡Adiós,

Como millones de personas, en los más diversos países e idiomas del mundo, estoy de duelo por la muerte de un amigo entrañable: Gabriel García Márquez.

Sus novelas inolvidables, los universos creados por su imaginación, desde Cien años de soledad y Macondo, el formidable El otoño del patriarca, las enternecedoras obras El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba y Crónica de una muerte anunciada; la infinidad de reseñas y crónicas periodísticas de corte muy personal, cuentos "peregrinos" y relatos breves, hasta su última y conmovedora novela, Memoria de mis putas tristes -un admirable homenaje a la mujer y a la virginidad- vuelven a nuestra memoria, una a una, con la gratitud de quienes recibimos este inapreciable regalo que durará por siempre.

No tuve la fortuna de conocer personalmente a García Márquez. Fue mi culpa. Hace años, mi hijo Pablo consiguió una beca de cuatro meses para estudiar en París técnicas y procesos de filmación cinematográfica. El director del programa era el hermano de García Márquez, creo que Daniel. Así supe que "Gabo" también estaba en París. Rogué a mi hijo que viera el modo de conseguir una autógrafa. Lo logró: en la contratapa de la novela Los funerales de la Mamá Grande, el futuro Premio Nobel escribió:

"Para (San) Luis Rey, un abrazo grande: Gabriel."

Desde entonces, Gabo García Márquez fue más amigo mío de lo que ya lo había sido desde hacía tantos años...