La masiva y al parecer “industrializada” falsificación de firmas y huellas digitales de falsos adherentes a diferentes agrupaciones políticas para lograr su inscripción como tales, no puede ser tomada como una simple “viveza” o “criollada” susceptible solo de alguna sanción administrativa que después de todo, les permita seguir en carrera y lanzar candidatos a cargos públicos como los de presidente, vicepresidentes, senadores, diputados, gobernadores, consejeros, alcaldes y regidores.
No se debe perder de vista que en el Perú y en cualquier parte del mundo, los partidos políticos tienen un rol vital dentro del juego democrático y la institucionalidad, pues sirven de plataforma de lanzamiento de ciudadanos debidamente agrupados, hacia el manejo de la administración pública, los recursos y, a la larga, el destino de la vida de los ciudadanos que confían en ellos. No se trata solo de “clubes de amigos” que se identifican con un logo y responden a un liderazgo.
Entonces, si el semillero de las potenciales autoridades está manchado por la trafa, la sinvergüencería e incluso el delito al haber formado partidos con adherentes falsos, qué podemos esperar de la gente que salga de allí hacia Palacio de Gobierno, el Congreso, las gobernaciones y las municipalidades. Es por eso que estas agrupaciones truchas no deberían participar en comicios. Tiene que encontrarse el mecanismo para echarlas por la puerta falsa del Registro de Organizaciones Políticas del Jurado Nacional de Elecciones (JNE).
En los últimos años se han hecho muchos esfuerzos para poner filtros y evitar que nos llenemos nuevamente de impresentables. El objetivo final de todas esas reformas, algunas cuestionadas e insuficientes, ha sido que nos libremos de Toledos, Humalas, Vizcarras y Castillos, así como de “niños”, “mochasueldos”, fiesteros, buenos para nada y demás. Si no cortamos el paso a esos partidos que han “reclutado” militantes con un lapicero y un tampón dactilar de tinta, seguiremos en lo mismo.
De otro lado, el JNE y el Reniec les deben más de una explicación a los peruanos por este nuevo capítulo de la historia de la trafa electoral en el Perú. Sus máximos responsables no pueden ponerse de costado y echarle la culpa a otros en medio de este escándalo. Ojo que según información difundida ayer por El Comercio, el máximo órgano electoral fue advertido hace siete meses, en tiempos de Jorge Luis Salas Arenas, de esta falta de control, pero nada se hizo. ¿Quién responde?