El motivo de esperar hasta agosto para poder dar una mejor apreciación sobre el fenómeno El Niño para el 2024, era descartar un Niño “fuerte” o “extraordinario”, porque ya debió dar sus primeras características de formación en las profundidades del Océano Pacifico ecuatorial en Oceanía, características que no se están cumpliendo. El viaje de estas aguas demora tres meses en llegar a nuestras costas aproximadamente y la cosa no es “extrema”, como se decía.

Además, los modelos mundiales dejan la incertidumbre de agosto, pero seguirán pronunciándose con las dudas del calentamiento con menor temperatura. Quiero decir que ahora solo nos podría afectar un Niño “neutro” (así lo califican lamentablemente) “débil” o “moderado”, siendo estos parte de la estación de lluvias en nuestro país.

Es más, si es “moderado”, hasta beneficioso podría ser para la agricultura que necesita precipitaciones debido a la escasez hídrica de los últimos años. Lo que se requiere es seguir vigilando, pero también preocuparnos por lo huaicos y las crecidas que la estación de lluvias normal presenta.

Ahora se necesita lo que siempre reclamamos, pronósticos locales con la debida antelación. Deberíamos planearlo para los próximos años. Si esto sucede, estaríamos preparados y saldríamos mejor en este enfrentamiento con la naturaleza, hasta poder adaptarnos y perder el miedo de afrontar los posibles escenarios de todos los veranos. Es urgente trazar nuevas estrategias y una visión nacional para saber aprovechar los fenómenos naturales recurrentes en nuestro amado y multiclimático país.

Basta de poner nombres, copiar y estar de moda. Esto no nos protege, más bien nos da incertidumbre. En aviación, actividad humana que se desarrolla en la atmosfera, hay una frase muy cierta: “la duda mata y ante la duda…motor”.

TAGS RELACIONADOS