Agujero negro
Agujero negro

Contrariamente a lo que piensa la mayoría, me parece que el país va bien. No lo que podría ir, pero no va mal. Para quien como yo desde niño sabe lo que es ir mal, estos tiempos no son malos. Por eso soy optimista. Pienso que solo es cuestión de volver a enhebrar la madeja que empezamos a tejer desde las reformas de los noventa hasta finales de la década pasada.

Pero el Presidente parece verlo de otro modo. En vez de utilizar su discurso para reencontrarse con la gente y, especialmente, con la realidad, más aún cuando hacía pocas horas que había perdido el Congreso y su popularidad va en caída libre, prefirió desperdiciar su última gran oportunidad de hablarle al peruano en la frecuencia que necesitaba escuchar.

¿Qué necesitaba escuchar la gente de boca del Presidente? Me parece que tres cosas. La primera, su determinación personal para enfrentar el problema de la inseguridad ciudadana con medidas realmente radicales y de corta maduración, sin importar lo populares o impopulares que sean. La segunda, su compromiso de respetar los poderes del Estado y no interferir en ninguna investigación que le concierna a él o incluso a su círculo más íntimo, facilitando y no obstruyendo las pesquisas del Congreso o del Poder Judicial. Y la tercera, su voluntad de impulsar un proceso electoral sin interferencias del Gobierno que pongan bajo sospecha la limpieza de los comicios del próximo año, especialmente considerando el no esclarecido episodio del espionaje interno patrocinado por la DINI, dependencia que rinde cuentas directamente al Presidente.

Nada de esto hubo y el Presidente prefirió entrar a un agujero negro. Y es que presentar como grandes logros contra la pobreza su megaexpendio en programas sociales demuestra que el Presidente nunca cambió. Como si no estuviera comprobado que es el crecimiento el mejor antídoto contra la pobreza. Aquí, en la capitalista Canadá o en la comunista China. Un crecimiento torpedeado por el discurso político del propio señor Humala, que hoy le retumba desde Conga hasta Tía María.

No eran necesarias más promesas económicas ni más planes de diversificación ni más medidas extraordinarias, ya que todos sabemos que los empresarios están mirando el reloj y el calendario contando los días en que se conocerá al nuevo presidente del Perú. Ojalá que el agujero negro en que el Presidente ha convertido estos meses hasta la próxima elección no sea de tan difícil transitar.

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