El presidente de la Federación Peruana de Fútbol (FPF), Agustín Lozano, se ha reelegido en el cargo hasta el 2031. Se ha reelegido, decimos, porque participó en una elección con lista única y con un sistema que establecía una serie de candados para quien quisiera competir con él.
Lozano había fraguado su reelección hacía mucho tiempo bajo una política de prebendas a los miembros de la federación, en la que se adhiere a clubes departamentales que le otorgan poder al directorio que el “Tin” dirige como un titiritero sobre un manojo de marionetas.
No es alejado de la verdad considerar que pese a ser un ente privado, la FPF se maneja con los mismos esquemas que forjan y mantienen las más oscuras y sanguinarias dictaduras.
Pasa así en Venezuela. El tirano de Nicolás Maduro acumula un poder totalitario e indestructible bajo una política de prebendas que le permite comprar a las Fuerzas Armadas, al Poder Judicial, al Ministerio Público, al Congreso y al Consejo Nacional Electoral, de tal modo que aunque pierda en las urnas, igual gana las elecciones.
Pese a que el fútbol peruano es un verdadero desastre, Lozano gana, sin exhibir un solo mérito, porque impide la competencia, compra a los electores y asume el poder omnímodo con el mismo esquema de los jefes de mafias, de organizaciones criminales o de dictaduras.
Es una vergüenza total porque para que haya un tirano y prebendas, deben haber prebendarios. Personas e instituciones que se venden por un plato de lentejas, un viaje, una gollería, un regalo o una dádiva. Un grupo de peseteros, 61 en este caso, que son fieles representantes de la miseria humana, la decadencia moral y el cinismo. Igual que Maduro, igual que muchos casos en el Perú.