Soy un feroz crítico de la gestión de Martín Vizcarra. Y seguro lo seguiré siendo. Creo que dilapidó un valioso capital político y, contra lo que muchos pregonan, su gratuito enfrentamiento con la mayoría de Fuerza Popular fue torpe e innecesario, y el cierre posterior del Congreso fue definitivamente inconstitucional.

No obstante, saludo hoy su liderazgo y la adopción de las principales decisiones para afrontar la salvaje crisis sanitaria y económica desatada por el devastador coronavirus. Aunque pudo decidirlo unos días antes, no es fácil decretar el cierre de las fronteras, el aislamiento obligatorio y el estado de emergencia. Implica un complemento de medidas traumáticas y difíciles de procesar, engorrosas y complejas para un Estado paquidérmico, una población pauperizada, una economía de vastos sectores informales y una sociedad desarraigada,egoísta y con escasos niveles de civismo. Lo que se destaca, además, es lo oportuno de la decisión. España declaró el aislamiento obligatorio recién el domingo último, con casi 6 mil infectados y más de 200 muertes. Ayer llegó a 491 fallecidos. Si hubiese tomado esa decisión una semana antes, en el país ibérico las cifras serían de 600 infectados y 20 muertes.

El éxito de la medida está esencialmente vinculada a su oportunidad. Logra alcanzar un valor superlativo al reprimir el contagio y lo empuja a niveles manejablesde contención si se adopta a tiempo. Italia es el peor -o mejor- ejemplo. Declaró la cuarentena el 10 de marzo, con 7985 infectados y 463 fallecidos. Ayer alcanzó la espeluznante cifra de 2500 muertes y 31500 infectados. Tomar la decisión demasiado tarde pudo haber tenido un efecto devastador para el precario sistema sanitario nacional y generado el incremento exponencial de los contagios y su consecuente agravamiento de casos. Según el reputado médico Elmer Huerta, solo hay 250 camas con respiradores artificiales. No vamos a cantar el himno ni a hacer olas por la unidad nacional, pero hoy un sentido mínimo de solidaridad y aplomo debe contagiarnos. Es el virus que necesitamos. Si hay un momento para arriar banderas políticas y enfrentar sin divisiones esta catástrofe mundial, es ahora. Daremos más pelea, tendremos menos grietas, se potenciarán las armas. Caminaremos, hacia el triunfo o la derrota, pero juntos, al menos esta vez, juntos.