Merecemos una reflexión profunda sobre la proliferación de fenómenos meteorológicos y su denominación, abordando desde el clásico fenómeno El Niño hasta el más reciente Niño Costero, junto con sus diversas categorías. Esta expansión en la nomenclatura de eventos climáticos ha llevado a una sociedad confundida y a un cuestionamiento sobre la normalidad de los veranos.

La mención de fenómenos como Niño Modoki, Niño Canónico, Niño Godzilla y Niño Andino resalta la tendencia a categorizar y diferenciar los eventos, a veces de manera excesiva. Esta multiplicidad de términos contribuye a la confusión general y a la percepción de que los fenómenos climáticos son cada vez más numerosos y complejos, lo que no es necesariamente cierto. En el llamado a pensar de manera opuesta y a no obsesionarse con los nombres, sino a centrarse en salvar vidas, gestionar eficientemente el agua y mitigar los efectos de la naturaleza, destaca la importancia de la acción práctica sobre la discusión terminológica. La estadística sobre la incidencia de fenómenos de El Niño o La Niña en los últimos 60 años con estas confusas denominaciones revela un panorama abrumador: el 88% de años son afectados por estos eventos en alguna categoría. Esta constatación apunta a la realidad de que la “normalidad” climática es menor, cosa rara para la ciencia.

Es necesario para la tranquilidad social, que el análisis de la estación de lluvias no se genere solo con el evento recurrente llamado fenómeno El Niño, ni pensar en sus calificaciones como las causantes de destrozos. Es necesario ver toda la atmosfera peruana, que es maravillosa. Estamos al revés.