GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Escribía en un tuit el que fuera ministro de Economía en el primer gobierno aprista, César Vásquez Bazán, sobre los resultados del último congreso nacional aprista: “El alanismo radical le ha ganado al alanismo moderado”.

Y no es descabellada la observación. Es cierto que Elías Rodríguez y Mauricio Mulder, junto a César Trelles y Benigno Chirinos, han ganado las elecciones internas dirigenciales del APRA, pero los contrincantes y perdedores tampoco es que hayan enarbolado una propuesta muy distinta.

Porque si bien es cierto el siempre bien ponderado Carlos Roca, discípulo de Haya de la Torre, postuló en la otra lista, llevaba a su lado al exsecretario personal de Alan García y férreo defensor del exmandatario (incluso contra toda lógica elemental), Ricardo Pinedo. Roca, incluso, en medio del fragor de la batalla electoral interna, se encomendó al espíritu del compañero García.

Que no se engañen los apristas más esenciales: en este último congreso aprista, el nombre y la imagen de Víctor Raúl Haya de la Torre fue solo un cuadro y una tenue música de fondo. El nombre que verdaderamente se impuso, acompañó todo el proceso como una égida, como un mantra, de manera omnipresente y omnipotente, fue el de Alan García. No hubo debate ideológico ni discusión sobre el horizonte doctrinario. No se analizó de qué forma el discurso de Haya se sintoniza con el Perú actual. Aquí lo que hubo fue ánimo de reivindicación y espíritu de cuerpo hacia el hombre que, en abril de este año, se suicidó dejando como herencia una incertidumbre y una retahíla de acusaciones graves y sórdidas de corrupción.

Ya lo dijo el historiador Daniel Parodi: “El perdedor de este Congreso ha sido Haya de la Torre, y el ganador, Alan García”. Y así es cómo el partido aprista pretende, por ahora, labrar su futuro inmediato.