El triunfo del conservador Friedrich Merz, en Alemania, ha sido un soplo de aire fresco para Europa, que enfrenta una encrucijada en múltiples frentes. Aunque la extrema derecha logró un resultado histórico, consolidándose como la segunda fuerza del parlamento, una alianza entre conservadores y socialdemócratas podría proporcionar la estabilidad que la locomotora del continente necesita para enfrentar sus desafíos más urgentes.

En lo económico, Alemania atraviesa dos años de contracción, con fábricas cerrando y empresas perdiendo terreno en mercados clave como China, particularmente en el sector automotriz, donde la transición a los autos eléctricos ha dejado a la industria alemana rezagada. Además, la incertidumbre energética sigue latente tras el apagón nuclear y la pérdida del gas ruso barato.

En lo político, la Unión Europea se ha convertido en un titán regulador sin una estrategia clara frente a la creciente competencia económica china y la amenaza militar rusa. Al mismo tiempo, el auge de la extrema derecha pone en riesgo la cohesión del bloque, resucitando nacionalismos y populismos que amenazan su estructura.

Pero el desafío más novedoso es el militar. Como bien advirtió Merz, Europa debe prepararse para asumir su propia defensa, pues la negociación directa entre EE.UU. y Rusia sugiere que la era de la tutela estadounidense está llegando a su fin. La clave parece estar en el nuevo enfoque de Trump: si hace medio siglo Henry Kissinger logró romper la alianza entre China y la URSS para aislar a Moscú, hoy Trump busca hacer lo mismo, pero esta vez para dejar vulnerable a Pekín. Lo extraño es que Washington no ve que Europa pueda aportarle en esta empresa, a todas luces parece una carga. Allí está el reto de Merz.