Desde el 2021, Roque Benavides, el empresario minero de simpatías apristas, promueve una facción política denominada Alianza Democrática (AD), una coalición de personas de derecha como Ricardo Márquez, exhombre fuerte de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI), que busca situarse en un espacio dejado por el fenecido Partido Popular Cristiano (PPC). Aunque la doctrina social cristiana del PPC tenía una ideología clara liderada por el extinto Luis Bedoya, esta AD es más pragmática: el oportunismo de hallar un lugar en la derecha. No es la derecha popular del fujimorismo, sino más bien conservadora en lo económico, la antítesis del populismo que pregonan algunas tiendas políticas. Es oportuno que los representantes de la derecha dejen de lado la palabra y pasen a la acción. Es decir, que olviden esa vieja práctica de subvencionar a agrupaciones políticas que defienden sus intereses. Agazapados han estado por años en las faldas de quienes enarbolan la bandera de esa derecha corrupta que solo busca enriquecerse. Si lo que le sobra es dinero para una campaña electoral, la derecha de AD tendrá que sumarle ideas que congenien con el ciudadano de a pie. Deberá desterrar, por ejemplo, que en nuestro país se refieran de manera peyorativa a quien alcanzó un éxito empresarial, sobre todo con apoyo político; mientras quienes no han tenido esa oportunidad en la vida sean sus víctimas. Es saludable que nuevas voces ingresen a la política. Sin embargo, la aparición de agrupaciones entusiastas como AD necesitan ser sostenibles en el tiempo, que no nazcan solo para una elección, como el fracaso de PPK, sino que se transformen en grupos interesados en el desarrollo del país.

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