En las últimas horas la criminalidad ha dado sangrientas muestras de que está vigente y que lamentablemente, hasta realizar actividades cotidianas como ir a una misa, salir a trabajar, acudir a un políclínico o asistir al colegio, se han con convertido en actos peligrosos a pesar de grandes anuncios de parte del gobierno y de la declaratoria de estados de emergencia que de poco o nada sirven, pues la lucha contra la extorsión es labor de una policía dotada de recursos y de la tecnología necesarias.

El miércoles último, el chofer de una unidad de la empresa Acuarius fue asesinado a balazos en San Martín de Porres mientras trabajaba. Ayer, jueves, un anciano de 89 años murió al recibir una bala cuando se encontraba esperando atención en un policlínico de la cuadra 56 de la transitada avenida Túpac Amaru, en Comas. Ambos ataques han sido atribuidos a extorsionadores que buscaban amedrentar a sus víctimas a fin de que paguen el dinero que les exigen.

Pero lo más salvaje ocurrió en otra zona de Comas, en la avenida San Felipe, donde una combi cuyo propietario estaría siendo extorsionado, fue baleada con pasajeros adentro. El resultado: una persona fallecida y tres heridas, entre ellas un bebé de un año que se encuentra grave. Esta familia retornaba de asistir a una misa. ¿Quién responde por esto? Es gente que ni siquiera anda por la calle realizado actividades peligrosas. Se trata de una familia como puede ser la suya, estimado lector, o la mía.

A eso se suman las amenazas que reciben los directores de colegios, profesores, alumnos y familiares de parte de delincuentes que dejan explosivos en las puertas de los centros de estudios y atemorizan a los docentes que se ven obligados a dictar clases de manera virtual. Por más que desde el gobierno han tratado de minimizar este tipo de acciones, lo que viven las víctimas de estos extorsionadores es un drama. Estos hampones operan al amparo de la tecnología, y con ella hay que enfrentarlos.

Se necesitan respuestas efectivas contra la extorsión y la acción de los sicarios que contratan para acabar con sus víctimas y atemorizar a quienes les rodean. Cada día que pasa se pierden vidas como las de la gente que se fue a buscar a un médico o a una misa, y acabó de la peor manera. La situación es crítica, y ojalá que el gobierno con el llamado Cuarto de Guerra o como prefieran denominarlo, logre resultados positivos. Nadie en su sano juicio podría reclamar lo contrario.

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