Estoy seguro que si el proceso vacancia contra la expresidenta Dina Boluarte se hubiera llevado a cabo sin tanto apresuramiento de parte de un Congreso lleno de legisladores desesperados por atraer el voto para su ansiada reelección, habría sido posible llegar a un acuerdo político entre las bancadas para que el mandatario de transición sea un personaje que ofrezca la garantía a los peruanos de que se encuentran en buenas manos, y no en las de alguien tan dudoso como José Jerí, aunque no se pueda negar su legitimidad constitucional.

Desde la tarde del jueves 9 de octubre, era evidente que por el aluvión de votos que ya tenían las mociones de vacancia presentadas, la salida de la señora era un hecho. Incluso los fujimoristas y la bancada del aliado César Acuña ya había comprometido su apoyo. A partir de ese momento, debieron tomarse las cosas con calma para lograr un consenso que haga posible poner en Palacio de Gobierno a un mandatario de transición con mejores credenciales, que le permitan cohesionar a los peruanos en un momento tan crítico.

Además, el actual gobernante es un principiante en política, que carece de mayor capacidad de convocatoria para armar un gabinete ministerial que cubra sus grandes limitaciones. Si ya era cuestionable que esté al frente del Congreso, lo es más que haya llegado a encabezar el Poder Ejecutivo. Y acá también tienen mucha responsabilidad las bancadas que en la madrugada del 10 de octubre se negaron a censurar a la Mesa Directiva, para así evitar que Jerí se convierta en el jefe del Estado.

Tan cuestionable como la presencia de Jerí en la Presidencia de la República, sería el haber colocado allí a “apuestas” de la izquierda como Susel Paredes, Flor Pablo o Ruth Luque, y más aún si esto se diera a futuro a través de revueltas y actos de violencia como los que ya hemos vivido hace cinco años. La polarización sería incluso mayor a la atravesada en esos tiempos, y no estamos para esas situaciones patéticas y propias de un país inviable. La legalidad debe respetarse, aunque no nos gusten los rostros que nos traiga.

El que veamos al presidente Jerí con la banda presidencial, es una muestra de que en el Congreso ha primado la desesperación por aparecer ante los ciudadanos como los grandes e implacables fiscalizadores contra el decadente gobierno de Boluarte, y no el deseo de hacer bien las cosas por el Perú. Ha ganado la angurria por los votos y el oportunismo electorero, y se ha perdido la posibilidad de tener algo mejor a lo dejado por los mandatarios que nos trajo Vladimir Cerrón. Que las urnas se lo hagan recordar a los responsables.