Alberto Wagner de Reyna, uno de los más grandes pensadores que ha nacido de las entrañas de nuestra tierra, con la sabiduría que lo distinguía -no en vano lo consideran el filósofo sudamericano más importante de la segunda mitad del siglo XX- decía: “Después del auge, sigue la inevitable proclividad a la decadencia”. Pensamiento que anima a meditar en nuestros políticos, y más especialmente en nuestros “candidatos a las próximas elecciones generales”. El violento ascenso de muchos candidatos altera su percepción de la realidad y en época electoral, creen sentirse como Jesús que tuvo un multitudinario recibimiento y una entrada triunfal en la ciudad de Jerusalén, ¡pero cuidado! que, una frase mal dicha, un comportamiento marcado por la soberbia, una mirada despreciativa, un comentario hiriente y malintencionado, un gesto grosero y aparentemente insignificante, pueden ser el principio del descenso. Nicolás Maquiavelo, conocedor profundo de la psicología humana, dice en sus escritos que “las pasiones de los hombres son volubles”. ¿Cómo entender este pensamiento? Hoy, desprecian abiertamente a algún candidato o figura política, se enfurecen contra él, arden de indignación, atropellan sin compasión, olvidan lo bueno, condenan con dureza, se vuelven inflexibles con los errores, retuercen el mensaje y desprestigian sin vacilación. Pero, mañana -los mismos que maldecían-, reconocen la pureza y belleza de corazón del candidato o figura pública, enaltecen su trabajo y destacan lo mejor. ¡Y todo esto también puede ocurrir en sentido contrario! Maquiavelo, gran observador de las inclinaciones de las personas en política, no se equivoca: “Las pasiones de los hombres son volubles”.