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El miércoles, el editorial de Correo advertía los graves riesgos que amenazan la continuidad y el trabajo de la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu) para el cumplimiento de una de las principales reformas puestas en marcha en los últimos años, desde que se promulgó la nueva Ley Universitaria N° 30220 el 2014.

El desempeño de la institución hasta el momento es aceptable. Permitió que más 80 universidades, de al menos 170 en el país, se hayan adecuado y se encuentren licenciadas para brindar una enseñanza acorde con las exigencias y estándares de calidad. Aún falta que algunas casas de estudios cumplan con los requisitos exigidos por las normas y avocados a ello están en la Sunedu.

Ahora, la amenaza que se cierne desde el Congreso, al intentar desacreditar a los técnicos que están al frente de la organización, sin duda es un atentado para alcanzar la anhelada reforma educativa en el nivel superior.

Como decía preocupado León Trahtemberg en su columna de ayer, desde la Comisión de Educación se intenta “distraer tiempo, recursos y esfuerzos de la Sunedu, cuando mejor debería concentrarse en terminar esta etapa de su trabajo de licenciamiento en diciembre”.

Durante años se demandaron cambios radicales y técnicos para mejorar la enseñanza superior, pero lo que se vislumbra es un bloqueo a lo iniciado hace más de cinco años.

Como concluye en su opinión Trahtemberg: “si se desacredita a la Sunedu, entonces se estará avalando el triunfo de la mediocridad”. 

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