¡Viva la libertad! Batalla en Quinua (09.12.1824). Disparos, sables y bayonetas destrozaban cuerpos. Miles mueren, algún último aliento grita “madre”. ¿Cómo siendo menos, en posición desventajosa, los patriotas vencieron? La victoria en Junín, calificada como batalla por valor estratégico, permitió al Ejército Unido Libertador liberar Huancavelica, Huamanga y Abancay. Sucre dirigía, secundado por La Mar. ¿Cuál fue la orden de Bolívar? Evitar enfrentar al enemigo si tenía más tropas, pues no había cómo enviar refuerzos o, siendo necesario, luchar audazmente para conservar ejército libertador y causa patriota.

Nueve mil realistas, sumando derrotados escapados de Junín con combatientes de Cusco, Puno, Alto Perú, traídos muchos a fuerza según confesión del general García Camba (Madrid, 1846), eran el enemigo. El virrey La Serna enterado que los pueblos se rebelaban, decidió buscar batalla decisiva, sabía que Sucre lideraba menos de seis mil hombres con dos cañones.

El Ejército Libertador cruzaba quebrada de Ccollpahuayco, entonces la vanguardia realista vio la oportunidad de atacar (03.12.1824). El batallón de Trinidad Morán y la Legión Peruana de la Guardia contuvieron a Valdés y al batallón Cantabria, pero con el costo de la vida de casi tres cientos patriotas y perder un cañón. De ahí a Quinua son 60 kilómetros, a 3400 msnm, catorce horas caminando.

Los realistas apurados por vencer ubicaron sus tropas separadas, sin ver la zanja que detendría a la caballería, con catorce cañones alejados. Independentistas resistieron, embistieron, capturaron a jefes realistas, provocando se subleven centenas de soldados obligados a sostener la bandera de la servidumbre. Riva-Agüero escribió “… absurdo el empeño realista de guardar unido el Perú a España… patriotas nuestros que en abierta rebelión o conjuraciones subterráneas,… lucharon contra los fanáticos realistas peruanos, obcecados en resistencia tan formidable como estéril, petrificados en la añoranza del pasado…”.