Los que se escandalizan por el reciente encuentro del presidente estadounidense, Joe Biden, con el príncipe saudí, Mohammed bin Salman, en el marco de su gira por el Medio Oriente, lo hacen comprensiblemente porque no conocen la naturaleza del interés nacional que supera a las coyunturas y a las circunstancias privilegiando lo que conviene al destino del país.

Es verdad de que Biden cuando candidato en 2018 dijo que abogaba por que Arabia Saudita, el mayor productor de petróleo en el planeta, sea considerado un “Estado paria”, a propósito de las imputaciones de responsabilidad que la CIA había hecho al príncipe saudí por la muerte de su compatriota Jamal Khashoggi, que nunca salió vivo del consulado de su país en Turquía, conociéndose luego por las investigaciones que fuera asesinado en su interior.

Para que Biden haya decidido acercarse a Salman es porque pisa tierra siendo consciente del impacto que viene cobrando el factor petróleo en medio de la guerra de Rusia contra Ucrania, próxima a cumplir 5 meses. Los caños cerrados por Moscú que desespera a Europa podría ser una jugada no tan maestra pensando en lo que hayan decidido el último sábado Biden con Salman durante su reciente encuentro que fuera totalmente protocolizado para que el saludo sea con puño pues un abrazo hubiera sido burdo y lo que es peor, sin rentabilidad política para el frente externo de Washington.

El encuentro ha sido también para recordar a Arabia Saudita de que EE.UU. lo protegerá de la amenaza permanente de Irán cuyo régimen persa chiita hace rato tiene ganas al de Riad árabe sunita, su mayor enemigo. Biden solo piensa en lo que interesa a su país y por eso se muestra deliberada y estratégicamente pragmático.