Es un imperativo que el sistema educativo nacional forme buenos ciudadanos, saludables física y mentalmente, y productivos, en una perspectiva de desarrollo económico, humano y sostenido. Para el efecto hay que poner la atención pedagógica en el logro de aprendizajes referidos al desarrollo cognitivo-intelectual del estudiante, pero sobre todo (más aún en la actual emergencia) a su bienestar socio-emocional (propósito del PEN al 2036).

Este propósito es viable en la educación presencial porque en los centros escolares hay vínculos afectivos e intersubjetivos entre maestros y alumnos y entre los alumnos entre sí. Es más, la mediación pedagógica directa de los docentes en las aulas puede contribuir el desarrollo de la estructura afectiva de las personas que evoluciona según los grupos etarios. En este caso, los alumnos de Inicial, Primaria y Secundaria debieran lograr el “bienestar socio-emocional”.

Con las clases a distancia mediante la radio y la televisión este propósito es muy difícil de trabajar educativamente. En las clases virtuales con plataformas de comunicación y cooperación con servicios digitales interactivos las posibilidades son mayores, siempre y cuando los docentes estén atentos con los estímulos educativos que desarrollan.

Evidentemente ahora el espacio educativo por excelencia es el hogar. Y es en este ámbito donde los padres y las familias vienen desarrollando una tarea encomiable que hay que valorar. Por eso, deben poner en juego la observación, la escucha, el dialogo, la verbalización y los límites, tratando de identificar “lo latente de lo manifiesto”. Todo ello para lograr la contención psicológica individual y colectiva. Es importante en inicial fomentar la confianza básica, la autonomía y la iniciativa; en primaria, además, la laboriosidad operativa; y en secundaria el desarrollo de la identidad. Es fundamental el desarrollo permanentemente de la autoestima.

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