A la muerte de más de mil de nuestros compatriotas, se suma la pérdida económica millonaria de aproximadamente de 76 000 millones de soles, según el Instituto Peruano de Economía. Aparte, 10,7 millones de peruanos viven del trabajo “día a día”. En su mayoría son informales y por tanto no han recibido apoyo del Estado, además de ello se estima la perdida de más de un millón de empleos formales.

Es necesario afrontar la realidad desde la perspectiva de la seguridad nacional, no desde la óptica tradicional de orden interno o de protección de la población frente a amenazas externas. Hoy enfrentamos un peligro real y mayor: el devastador covid-19, que trae consigo muerte, desempleo, pobreza extrema y conflictos sociales, al margen de los problemas frecuentes como desastres naturales, narcoterrorismo, terrorismo, crimen organizado y delincuencia.

Un Estado democrático de derecho, se construye sobre la base del respeto de los derechos fundamentales. Y esto no se puede sostener si no existe la posibilidad de otorgar seguridad a la ciudadanía. De no garantizarse ello, se irá perdiendo el principio de autoridad incrementando la inestabilidad, con el peligro de ingresar a una etapa de violencia y convulsión social. La alerta es latente y está en la realidad de los “caminantes”.

Es urgente democratizar la lucha contra la pandemia. Necesitamos involucrar a los tres niveles de gobierno, sectores sociales, económicos y políticos, desplazando ideologías, persiguiendo el objetivo de vencer la crisis y generar bienestar para nuestro pueblo. La macroeconomía mejorará con el tiempo. Los peruanos ya lo hemos logrado.

Es ineludible que, el presidente de la República como jefe de Estado, active el Sistema de Defensa Nacional, convoque al Consejo de Seguridad y de Defensa Nacional, y actúen en principio solucionando el drama de los caminantes, impidiendo las aglomeraciones ciudadanas sobre todo en los centros de abasto, redefiniendo el reparto de víveres y, principalmente, planificando cada una de las acciones a efectuar.

(…) “Si es necesario, debemos inventar nuevas palabras y nuevas ideas para estas nuevas realidades que nos desafían”, (Octavio Paz en El laberinto de la soledad).

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