El reciente golpe de Estado en Birmania -oficialmente desde 1989 República de la Unión de Myanmar-, un país de 54,4 millones de habitantes, ubicado en el denominado Sudeste Asiático, confirma el enorme poder que sigue manteniendo la casta militar birmana desde que en 1948, alcanzaran su independencia del Reino Unido.

Ubicado entre India, Bangladesh, Laos, China y Tailandia, este país mayoritariamente budista y con más de 100 etnias, es la tercera vez en su historia contemporánea que soporta un golpe militar -antes sucedió en 1962 y  1988-, convirtiendo a este país con institucionalidad política realmente vulnerable. Los militares nunca se han despojado del poder político y para ello introdujeron en la Constitución que el 25% de escaños en el poder legislativo sea ocupado precisamente por los uniformados de ese país.

La figura política e internacional más relevante de Birmania, sin duda, es Aung Sam Sun Yi, activista que por su defensa de los derechos políticos -su padre fue un descollante líder y héroe del proceso de independencia de Birmania, que fuera asesinado cuando ella contaba apenas dos años de edad-, tuvo que pasar casi dos década recluida en cárceles o con arrestos domiciliarios, pero finalmente fue reconocida por su pueblo que la volvió icónica, siendo merecedora del Premio Nobel de la Paz en 1991.

Su partido, la Liga Nacional para la Democracia, llegó al poder en 2015 y ganó otra vez ese derecho en las elecciones de noviembre de 2020 que los militares insistentemente señalaron como fraudulento.

En la víspera del inicio de un nuevo período gubernamental, el militarismo ha jaqueado al gobierno, deteniendo a Sun Yi y a muchos de sus colaboradores. Para los militares con el general Min Aung Hlaing, a la cabeza liderando el golpe, Sun Yi no está en sus planes.

Ante la ola de violaciones y crímenes por actos represivos contra la minoritaria población musulmana rojinya, imputados al general Aung Hlaing, que ya ha sido denunciado ante la Corte Penal Internacional, los militares han preferido el control político del país. La no deliberancia de las FF.AA. no existe en Birmania o si prefiere, es letra muerta, y esa es la razón de su enorme fragilidad como Estado.

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