La presidente Dina Boluarte manifestó su posición ante la Asamblea General de la ONU, donde dijo: “La Constitución Política de mi patria afirma que la defensa de la persona humana y su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado. El Perú rechaza en consecuencia, los dos principales relatos de odio en el mundo, el odio de clases y el odio religioso”. Boluarte, habló del terrorismo mesiánico que afectó gravemente a nuestra sociedad, y que representa la unión de ambos odios, pues en el terrorismo están presentes los gérmenes del odio de clases y del fanatismo religioso. Al decir que, la propagación de la teoría política del odio de clases, es uno de los más graves problemas que haya enfrentado la humanidad, Boluarte nos habla sin ambigüedades de la ideología comunista. Vemos un notorio y saludable tránsito ideológico de la presidente, pues no olvidemos que el programa del partido político Perú Libre es de raíz marxista. Ahora bien, podemos reconocer ideas interesantes y bien elaboradas de la presidente, pero también conviene reconocer sus flaquezas argumentativas. Por eso, condenamos las desafortunadas declaraciones de la mandataria en el foro internacional, cuando mencionó, como si se tratara de un acto premeditado de venganza política, los errores cometidos por dos expresidentes del Perú. Sobre esto, el analista Hugo Guerra, dice: “Cuando se defiende una gestión o se atacan gobiernos anteriores como los de Vizcarra y Castillo, no corresponde hacerlo en una tribuna como la ONU”. Boluarte piensa estrechamente, desde el “provincianismo mental” o, parafraseando al ensayista Sebastián Salazar Bondy en su libro Lima la horrible (1964), desde “la estrecha mirada pueblerina”.