Gabriel Boric, a sus 36 años, hoy asume el cargo de presidente de Chile. Viene de las canteras de las calles, donde los procesos dialécticos, que siempre premian, lo llevaron a capitalizar la ira nacional que, hecha democracia, lo eligió como el más joven mandatario de la historia mapuche. Hombre de izquierda, en sus últimos discursos ha venido marcando distancia de Cuba, Venezuela y Nicaragua, que representan a la izquierda latinoamericana combativa pegada a las prácticas de la política contestataria de los años 60. Conspicuos hombres y mujeres de la izquierda chilena no ven con desagrado la orientación atenuada del flamante mandatario sureño y más bien creen en la oportunidad que se pudiera abrir para Chile en esta nueva etapa que, en cambio, la derecha de este país, mira con rabia. Para Boric la reivindicación de la izquierda chilena vejada por la dictadura de Augusto Pinochet, es una de sus prioridades, y por eso la figura de Salvador Allende como emblemática para los sectores que él representa, significa el resarcimiento de la dignidad chilena -seguramente de la mitad del país- que fue víctima de un régimen que terminó por dividir a los chilenos. Boric sabe que Chile es un tremendo país en la región y que su juventud puede ser su trampolín para la posteridad con laureles o el epitafio de una sepultura en su vida política de la que no podrá levantar con facilidad. Boric sabe, además, que debe mostrar equilibrio político y por eso no lo veremos condenando visceralmente a la derecha y ultraderecha de su país. Esto último siempre será un riesgo porque la izquierda en su formato histórico siempre ha sido resistente y aunque no lo digan sus preclaros intelectuales en realidad el alma revolucionaria siempre lo ha acompañado. Boric no tiene muchas alternativas para radicalizarse porque sabe que el discurso fuerte que arremetió durante la etapa más complicada de la pandemia terminará dando paso al discurso del centro, de la ponderación y el equilibrio, y que es por el que apuesto como académico del centro. Apoyado por los comunistas chilenos para llegar a Palacio de La Moneda, Boric sabe que no puede deshacerse de ellos -no sería correcto-, porque como Pedro Castillo en Perú -que tampoco es comunista-, les debe en gran medida el impulso que terminó convirtiéndolo en jefe de Estado.