El ministro de Educación, Morgan Quero, parece haber llegado al gabinete con ganas de limpiar los colegios y las aulas de la presencia de docentes, auxiliares y administrativos de la educación pública y privada vinculados a bandas terroristas, algo que nadie podría criticar, pues es lo que ha venido haciendo falta desde hace mucho tiempo, en que se ha dejado que delincuentes contaminen a niños y jóvenes con su “ideología” basada en el odio, el petardo de dinamita, la sangre y la división entre peruanos.

Sin embargo, si el ministro viene con esa loable intención, no se entiende por qué la semana pasada su sector ha recibido, según ha publicado este sábado El Comercio, a integrantes del “sindicato” de profesores radicales y que se niegan a ser evaluados, que formó el filosenderista expresidente Pedro Castillo en alianza con el Movadef, y que desde hace más de un año ha dejaron de ser reconocidos como un gremio formal de docentes. Estamos pues ante un ente que oficialmente no existe, pero que tiene llegada al Ministerio de Educación.

Recordemos que a los pocos días que entrar a Palacio de Gobierno, el entonces presidente Castillo, a través de su ministro de Trabajo y Promoción del Empleo, Iber Maraví, sindicado por la Policía Nacional de haber participado en atentados terroristas en Ayacucho en los años 80, reconoció formalmente a este sindicato que desde la huelga magisterial del 2017 encabezada por el profesor chotano, se sabía que estaba hermanado con los senderistas reciclados del Movadef.

Ayer domingo, en entrevista al citado medio, el ministro Quero ha dicho que no se recibirá a nadie de dicho sindicato que además ya no existe como tal. Si es así, ¿entonces qué hacían esos profesores radicales en su ministerio? ¿Hay funcionarios o mandos medios que sí están dispuestos a abrirles las puertas pese a la postura del titular del sector? De ser así, urge una buena limpieza en Educación, donde parece que los amigos de Castillo y el Movadef siguen teniendo poder de decisión.

Ninguna persona con vínculos con bandas terroristas puede estar en un colegio cerca de niños y jóvenes, ni tendría por qué ser recibida en entidad alguna de un Estado que ha sido atacado por estos salvajes o por quienes reivindican. Basta de ser “ingenuos” o “inocentes” con los senderistas asolapados que andan buscando cualquier rendija para meter de contrabando su “ideología”. A los subversivos en todas sus versiones no se les admite en colegios ni ministerios, más bien se les envía policías de la Dircote.