Cuenta el escritor Ovidio, en su obra Las metamorfosis, que el varón Pigmalión había resuelto no contraer matrimonio, horrorizado por las acciones de algunas mujeres que vivían una sexualidad desordenada y en permanente búsqueda de nuevos encuentros amorosos. Pero Pigmalión, “habiendo esculpido la estatua de una mujer hermosísima, se empezó a enamorar de ella, pasando largas horas contemplándola”. Luego, movido por ese amor violento, Pigmalión besaba a la estatua, la vestía y le decía palabras románticas. La diosa Afrodita, compadeciéndose de Pigmalión, decide darle un hálito de vida a la estatua, y Pigmalión, tras darle un beso al frío mármol, nota que la estatua cobra vida y su creación Galatea, nace en carne y hueso para él. Como Pigmalión, el precandidato presidencial de Avanza País, Phillip Butters, ha forjado diligentemente una personalidad y le ha dado forma a un personaje mediático, del cual en campaña no puede desvincularse. Butters hace alarde de sí mismo, cae con frecuencia en el egocentrismo, dice estar dotado de mayores capacidades intelectuales que los demás, y que sus conocimientos son múltiples y no tienen fin. En definitiva, ¡su verborragia lo condena! En las últimas entrevistas dadas en Cusco y Puno, Butters ha sido cuestionado por periodistas que le reprochaban su exceso de palabras y su falta de ideas concretas. En campaña, el verbo de Butters no persuade. Dice conocer al electorado peruano y que el pueblo se va a sentir identificado con él. Pero, ¿ese mismo pueblo es jactancioso en el decir o más bien reservado, cauteloso y sencillo? Por años, Butters, ha esculpido su propia estatua, que no sabemos si será efectiva electoralmente.