Frente a la inseguridad ciudadana hay un tema que parece tan previsible como imposible: la única manera de combatir el crimen organizado es depurando a malos elementos de la institución. Y es algo que todos sabemos, pero no es tan fácil de abordar, por lo que una cacería interna contra quienes deshonran el uniforme es una tarea pendiente.
Cómo quieres luchar contra los delincuentes si estos últimos tienen información privilegiada de la policía antes de alguna intervención, supuestamente, inopinada. Esa es la pregunta de siempre, y la respuesta que cae no ha cambiado. Todo agente honesto sabe que por alguna razón, siempre económica, se pueden filtrar datos.
Otro factor importante es el examen de admisión a la institución, un proceso que acarrea la debilidad de la vara con que se mide a cada postulante. Para evitar el rosario de favores a los recomendados, sería interesante tercerizar el servicio con una universidad de prestigio, experta en este tipo de evaluaciones.
No se puede desmerecer el trabajo de inteligencia policial, el mismo que ha permitido desbaratar a algunas bandas delincuenciales en diversas partes del país. Sin embargo, esta tarea podría ser más efectiva si se reducen los espacios para malos agentes, si se ponen más barreras para vestir el uniforme pensando en calidad, más que en cantidad.
Recuperar la credibilidad de una institución pública es una tarea complicada, pero no imposible. En ciertas estrategias comunicacionales se plantea mostrar acciones positivas que resalten sobre lo negativo. No esperen que los medios de comunicación se sumen a una especie de campaña pública, sino que sean aliados para brindar espacios informativos de lo que se hace en la entidad.