Ya estamos en el mes de la patria a pocos días de cumplir los dos siglos de República. Más que la fiesta del bicentenario estamos ingresando a un tercer siglo que debería ser un cambio de época. Con una sincera evaluación y reflexión sobre lo logrado y sobre las carencias a superar, lamentablemente a la vista con consecuencias políticas y sociales. Estamos complicados como nación y como Estado, insertados en una vorágine regional de populismos y autoritarismos de todo pelaje con el denominador común de instituciones devaluadas y una crisis de confianza sobre líderes políticos que no han dado la talla ante las masivas demandas sociales. Y el Perú contribuye con un proceso electoral lleno de incertidumbre y cuestionamientos que deslegitiman al siguiente gobierno y exportan un agregado a la crisis sanitaria y económica que nos ha mostrado con la mayor mortalidad en el mundo y más desaciertos en el manejo económico. No es precisamente un galardón a lo que agregamos la debilidad política y la fragmentación social. Es tiempo de responder con más unidad patriótica y menos ideologización para no dividir más a los peruanos. Felizmente ya aparecen independientes notables que quieren trabajar para la nación y no para el gobierno, que entienden que no se puede banderizar políticamente la salud, la educación, la economía, aspectos que son de todos y no de ningún grupo políticamente interesado.

Dos líneas en primera persona para agradecer el apoyo a mi postulación al Tribunal Constitucional, en un concurso que ha cumplido con los plazos y ha sido exhaustivo con participación de la Contraloría al examinar trayectorias y méritos. En especial a mi esposo, mis hijos y mis alumnos y exalumnos, hoy destacados politólogos y abogados, que con todo cariño me apoyan en las redes. Independientemente del resultado, esta confianza es el mayor honor posible a 40 años de mi primera clase en San Marcos.