En estos últimos días vemos, no con sorpresa, que se viene produciendo un vacío en el ejercicio del poder en el Perú. Al Gobierno se le nota titubeante e indeciso y, lo que es peor aún, no demuestra tener una política clara y definida frente a los diferentes problemas que presenta la actividad nacional. Cuando observamos serias discrepancias entre los más distinguidos miembros del Gobierno, cuyo ejemplo último fue la confrontación entre quien ejerce el premierato del país y quien ostenta la vicepresidencia, no se tiene en claro cuál es la política a desarrollar en estos últimos nueve meses del régimen, especialmente frente a los diferentes problemas socioeconómicos que están pendientes de solución y que, por ende, tienen casi paralizado económicamente al país. La división dentro de las propias filas del Gobierno (solo basta ver lo que sucede con los restos de su bancada en el Congreso de la República) se irradia hacia las diferentes regiones del país. El ejemplo de lo que sucede en Loreto es hartamente claro. Por otro lado, se llevan a cabo convocatorias de carácter militar (orden de inamovilidad) que producen un efecto sumamente negativo en la población, dando campo a rumores innecesarios. Pero ello debe tener su parte cierta, pues es conocido que en las filas castrenses existe un serio descontento con el régimen de Humala.

Por otro lado, la población observa cómo el presidente Humala está dedicado exclusivamente a la defensa de los entuertos en que se encuentra su esposa. Todo ello lleva a la percepción o sensación de un vacío en el poder y que nadie tiene en estos momentos las riendas del Gobierno y cada quien anda por su lado.