El expresidente Ollanta Humala está preso desde el martes último, mientras su esposa –también condenada a 15 años de cárcel–, con la que cogobernó pese a que nadie la eligió, ha logrado burlarse de la justicia y de todos los peruanos al escapar a Brasil al amparo de Lula da Silva, el patriarca de esa organización criminal dedicada a sobornar a autoridades y políticos por medio de empresas constructoras brasileñas como una forma de ganar licitaciones truchas y de paso expandir el “socialismo del siglo XXI” en la región.

Heredia prefirió no esperar a que la segunda instancia ratifique o deje sin efecto la sentencia por lavado de activos, y optó por huir bajo la protección de Lula, quien se libró de una condena por el caso Lava Jato por un aspecto netamente formal y no porque haya sido inocente. ¿Alguien tiene ahora dudas sobre los oscuros nexos entre el humalismo que nos gobernó y la mafia brasileña que acá se compró al peso presidentes, gobernadores, alcaldes y políticos en general?

No hay duda de que Heredia la ha hecho linda, pues se ha librado de la condena impuesta por el Poder Judicial luego de una larga investigación. Ahora podrá quedarse en Brasil gozando de la plata guardada en cajas y maletas, según las anotaciones consignadas en las famosas agendas. Imagino que a estas alturas ya nadie se cree esa historia de que dichos apuntes eran un cuento o una falsificación. Si aún hay dudas, deberían preguntarle a Verónika Mendoza, que era la secretaria personal de la ex primera dama.

Ahí tienen, pues, a la llamada “pareja presidencial” que en julio del 2011 llegó al poder bajo el lema de que “la honestidad hace la diferencia” y reclamando a los políticos chuecos de la necesidad de “caminar derecho”. Son un fiasco más, uno de los tantos que han vivido los peruanos en las últimas décadas en que con su voto equivocado han puesto al país en manos de aventureros, sinvergüenzas e improvisados que se han ido por la puerta falsa, pero con los bolsillos llenos de plata sucia, según sostiene el sistema de justicia.

Ojalá que desde ahora la justicia esté pendiente de los movimientos de Martín Vizcarra, pues México y Brasil, los dos países con más peso geopolítico en la región, han dado asilo a la familia de Pedro Castillo y Ollanta Humala, respectivamente, con lo que tácitamente le están diciendo al mundo que en el Perú las acciones judiciales son maniobras de “persecución política”. Con estos antecedentes, el popular “Lagarto” debe estar ya frotándose las manos y buscando embajada.