A estas alturas del calendario preelectoral, vemos cómo muchas personas —conocidas, no tan conocidas y completamente desconocidas— anuncian sus candidaturas como si bastara la voluntad para postular. Ignoran, desprecian o simplemente pisotean los procedimientos establecidos por ley. Y lo hacen, muchas veces, desde los propios partidos políticos.

Conviene recordar lo básico: para ser candidato en las Elecciones Generales 2026 hay reglas claras que no se pueden obviar. Los partidos deben cumplir con procesos internos —ya sea mediante elecciones primarias o designaciones por delegados— y los aspirantes deben tener afiliación vigente al 12 de julio de 2024. En el caso de los invitados, solo podrán postular si presentan su renuncia al partido de origen a más tardar el 23 de diciembre de 2024.

En paralelo, los partidos podrán invitar hasta un 20% del total de candidatos al Congreso: 17 al Senado y 31 a la Cámara de Diputados. Para ello, se requerirá la validación del órgano competente de acuerdo con cada estatuto. En caso de alianzas —cada vez más inciertas— estos mecanismos podrían variar en forma, pero no en fondo.

El problema es que el calendario avanza y el show de los “precandidatos” también. Muchos se autoproclaman, pese a estar impedidos legalmente de postular. Otros, simplemente ignoran los procesos internos. Y lo más grave: a varios no les importa. Lo que vemos es una mezcla de populismo, improvisación y oportunismo electoral.

Es momento de exigir que los partidos actúen con responsabilidad y que los ciudadanos rechacemos las candidaturas fantasmas que solo buscan titulares. Hay plazos, requisitos e impedimentos que se deben respetar. Si queremos una democracia mínimamente funcional, no podemos seguir tolerando que cualquiera diga “yo me lanzo” sin reglas, sin aval y, peor aún, sin vergüenza.