El expresidente Pedro Castillo parece estar empecinado en utilizar la propaganda política como una cortina de humo para desviar la atención de sus problemas judiciales. Recientemente, el golpista anunció su afiliación a un partido que no cuenta con inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) y proclamó “volveré y seremos millones”. Claramente, está decidido a distraernos de sus líos judiciales con un espectáculo de ilusiones.
Luego que el Tribunal Constitucional rechazara su petición de ser liberado, la situación se complica aún más con la presentación de una nueva denuncia constitucional en su contra por parte del Ministerio Público. Esta vez, las acusaciones se centran en presunta negociación incompatible, aprovechamiento indebido del cargo y nombramiento ilegal, vinculados a la designación de Daniel Salaverry en Perupetro.
Los indicios de corrupción durante su mandato son numerosos, lo que sugiere que Pedro Castillo priorizó los privilegios y beneficios del poder por encima de los principios y valores que defendió durante su campaña. ¿Quién necesita la integridad cuando puedes tener beneficios personales, verdad?
Es imperativo que las investigaciones en curso lleguen hasta las últimas consecuencias. Solo así se podrá revelar el verdadero nivel moral de un político que, en su intento de romper el orden constitucional, puso en riesgo la estabilidad del sistema democrático.