Es muy difícil entender lo que busca el presidente Pedro Castillo al haber convocado a Palacio de Gobierno a representantes –no usaré la palabra líderes– de las agrupaciones con presencia en el Congreso en las horas previas a la aprobación o rechazo de una propuesta de moción de vacancia que requiere de 52 votos para obligar al jefe de Estado o a su abogado a presentarse ante el Pleno, a fin de dar las explicaciones que no ha brindado al país sobre los líos en los que anda metido.

Y señalo que no se entiende nada porque si por un lado convoca a los partidos supuestamente para limar asperezas y salvar su cabeza, por otro el mandatario saca el garrote y golpea a sus adversarios políticos. Lo hizo el viernes último en La Libertad, cuando agarró un micrófono y dijo con aires de sindicalista radical y no de estadista, que lo querían sacar del cargo porque en breve su administración revisaría los contratos con las empresas encargadas de explotar recursos naturales, algo que parece una obsesión del régimen pese a los problemas legales que esto generaría.

En otras palabras, el presidente Castillo ha dicho que los realmente interesados en bajárselo son los “grupos de poder económicos”, y que sus operadores o sicarios serían los congresistas, que son los que finalmente votan. Por eso, no se entiende nada. ¿Quiere tender puentes con los legisladores o dejarlos ante los peruanos como unos viles francotiradores de empresarios mineros, petroleros y gasíferos? Palacio de Gobierno parece haberse convertido en Macondo.

No se equivocan quienes afirman que el más grande vacador del presidente Castillo es el propio Castillo. Lo vemos con la situación descrita líneas arriba, pero también con su insistencia en llevar adelante una asamblea constituyente sin tener al menos mayoría simple en el Congreso, al haber sido sorprendido en Breña casi con las manos en la masa, al rodearse de impresentables y filoterroristas, y al no preocuparse por aprender lo más elemental del manejo del Estado y de nuestro ordenamiento jurídico.

El grave problema que atraviesa el país no se arregla el discurso del “pobrecito” frente a los “poderosos” ni a través de la inexistente “justicia rondera”. La situación es muy crítica por culpa del gobierno del autogol encabezado por un personaje que jamás debió ser elegido y que a poco más de cuatro meses en el poder ha demostrado que no da para más, pues ni siquiera ha sido capaz de generar acercamientos y concesos en favor de su propia supervivencia.