El 10 de noviembre, desde Ayacucho, el presidente Pedro Castillo dio un mensaje al país. Más que balance de sus 100 días, fue un relanzamiento de su gestión, fijando las líneas programáticas del gobierno.

Anunció “el inicio de la masificación del gas para todos los peruanos”, continuar con la vacunación para alcanzar el 70% de inmunizados y lograr la inmunidad de rebaño a fin de año.

Ofreció una reforma tributaria para cobrar las millonarias deudas tributarias que se prolongan en el tiempo con largos juicios y la complicidad del sistema judicial, disminuir la evasión y la elusión tributaria, revisar las exoneraciones tributarias y lograr elevar la actual presión tributaria del 14% del PBI, cuando el promedio latinoamericano es 22% y en los países desarrollados alrededor de 35%.

También se refirió a la “segunda reforma agraria” proceso de modernización del sector agropecuario, acceso a mercados, crédito agrario y manejo de aguas, a fin de alcanzar la seguridad alimentaria sin olvidar la necesidad de un sistema de seguro agropecuario por su alta vulnerabilidad.

Anunció propuestas de mejora de la educación y combate a la corrupción, olvidando transformar el sistema de contratación de obras públicas que eleva la valorización y permite adendas para ello.

Continúan los desencuentros y errores al interior del gobierno, agudizados por falta de diálogo y conciencia de la necesidad de ganar legitimidad para lograr los cambios prometidos, incluidas las modificaciones constitucionales. Si Mirtha Vásquez llega a renunciar como se rumorea, el camino del fin se aceleraría y sin retorno.

La derecha avanza en el objetivo de vacancia presidencial pensando evitar, en el futuro inmediato, la elección de un nuevo representante como Castillo por parte de las mayorías postergadas del país. Es necesario comprender que no se le puede facilitar el camino. Requerimos gestión, eficiencia y transparencia, ya.