Tengamos presente de que para producirse el presupuesto de la incapacidad moral se exige una inconducta necesariamente expresa y manifiesta pues no existe inconducta tácita o sobreentendida. Por ejemplo, si el mandatario ingresa en el banco con un maletín es una malísima conclusión asumir que contiene dinero y, además, que sea mal habido.

La incapacidad moral casi siempre es desnudada por un acto in fraganti, sea presente o pasado -un video letalmente conminatorio que produzca un rechazo de impacto abrumador en el presidente: por ejemplo, revelado públicamente que esté recibiendo una coima- y que por dicha inconducta se cambia abruptamente la percepción que la gente tenía del mandatario, porque la conducta inmoral debe quedar indubitablemente consumada por su carácter de facto, deslegitimándolo ipso facto y siguiéndole su estrepitosa e inexorable indetenible caída como un perfecto castillo de naipes.

Los argumentos actuales para vacar a Castillo es verdad que lo debilitan, pero siguen siendo insuficientes para imputarlo de inmoralidad política porque aun teniendo como actores activos a gente cercana al mandatario, hermenéuticamente se ve forzado su involucramiento. Si así fuera el modus vivendi en un Estado, los presidentes no durarán en sus cargos, creándose un penoso y peligroso escenario de desestabilizaciones y hasta de anarquía. En la Constitución no está previsto que un mandatario sea vacado por ser impopular, porque sea inculto o desalineado, o hasta un completo patán. Siendo razones para reducirlo políticamente, no son presupuestos para vacarlo por incapacidad moral, que más bien juzga la conducta axiológica del presidente, aunque sea idóneo, erudito, carismático, orador, elegante, etc. Ahora bien, no hay que regular la incapacidad moral -los normativistas se mueren por hacerlo-, porque allí sí, un inmoral con todas sus letras, exógeno a los presupuestos redactados en la Carta Magna, jamás podrá ser vacado, dado que la realidad siempre supera al derecho. Hay que velar por la estabilidad presidencial, guste o no, que no es lo mismo que apañar una inconducta pues apenas descubierta, se volverá irresistible defenderla.