La figura de la vacancia por incapacidad moral está por los suelos (caso Vizcarra), y que así sea es una completa responsabilidad de nuestra clase política. Está siguiendo la mala suerte del indulto y de la cosa juzgada, también pisoteadas por nuestros políticos en el caso de Fujimori. Los académicos, pero sobre todo los hombres del derecho debemos ser responsables.

En efecto, nos guste o no, el presupuesto sustentado para argüir la vacancia por incapacidad moral no corresponde a la doctrina sobre esta institución de eminente naturaleza política que exige que la imputación por inconducta moral debe ser por un hecho extraordinariamente relevante que haga insostenible que el jefe de Estado permanezca un solo instante más en la altísima investidura que la Nación que es el soberano, le ha concedido, porque por su conducta deleznable se ha convertido en indigna como para personificar a la ciudadanía, erga omnes, un atributo por cierto, exclusivo que solamente cuenta como prerrogativa el presidente de la República.

La referida inconducta moral exige evidencia incontrastable, no meros supuestos, aunque sean lógicos y racionales. El dinero hallado en el inodoro del baño de la oficina del hombre de mayor confianza del mandatario no presupone en la hermenéutica la conclusión de que el mandatario se haya coludido.

Ningún razonamiento del derecho penal lo resiste seriamente pues la ciencia del derecho no determina conclusiones de responsabilidad en base a supuestos extraordinariamente subjetivos. Esto último, que es jurídico, políticamente no puede ser usado como palanca del complot o del capricho, de lo contrario la política siempre será verdugo del derecho y éste sería un fantoche de la vida social perdiendo la pétrea naturaleza garantista que la ha sostenido desde los tiempos de Roma.

Así como Castillo se reúne en su casa de Breña con terceros -nada lo impide jurídicamente-, en el pasado muchos jefes de Estado lo han hecho en sus casas de playa como Alejandro Toledo en Punta Sal. La incapacidad moral exige certeza irrebatible que hoy no existe y que genera un rechazo abrumador.