Con la misma finura y delicadeza de aquella célebre rosa blanca que el poeta cubano Martí, cultivaba en julio como en enero, el respetable parlamentario Alejandro Cavero, se muestra ante el dignísimo pueblo peruano como un hombre de delicadas formas, de finos modales, precavido en el decir y sutil en el expresar. Cavero, refutador imperturbable de doctrinas marxistas y compañero inseparable de la sutileza argumentativa, representa la unión de dos ideologías contemporáneas. En él, se entrelazan perfectamente bien, el combate discursivo anticomunista, con el sometimiento voluntario al perverso monstruo del progresismo. Cavero, dice ser defensor de la primacía de la voluntad popular, del respeto incalculable a la Constitución y de la defensa inquebrantable de los valores tradicionales. ¡Nada más falso, nada más engañoso! Cavero desconoce las intenciones más profundas del pueblo, repudia el orden legal-constitucional, y ofende los arraigados y perennes valores tradicionales del pueblo peruano. ¡Cuántas controversias ha suscitado Cavero con su infame proyecto! Cavero es el autor, es decir, “el elaborador intelectual” de las causas y consecuencias de un proyecto de ley aprobado en la Comisión de Justicia que pretende establecer la unión civil en el Perú como precedente para promover el matrimonio entre personas del mismo sexo. El objetivo de Cavero consiste en cambiar de raíz la institución matrimonial y el concepto clásico de familia. Un proyecto legislativo con trasfondo ideológico no puede modificar la naturaleza de ambas instituciones. No se puede alterar artificialmente la unión matrimonial ni la estructura tradicional de la familia, que es el núcleo de la sociedad.