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Aunque poderoso caballero es Don Dinero, la verdad acerca de la gestión de Saavedra se va abriendo paso. Ciertamente, el contubernio líbero-caviar intentará protegerlo con uñas y dientes hasta el final. Sin embargo, la evidencia de sus errores es enorme: el retraso de los Panamericanos, la compra de las computadoras, la introducción de la ideología de género, las consultorías millonarias y la falsa reforma universitaria que privilegia a la academia caviar. Con esto basta y sobra para proceder a la censura.

Censurar a Saavedra implica aceptar de una vez por todas que el poder tiene que ejercerse. El que no ejerce el poder delegado lo termina perdiendo. Existe un sector del Ejecutivo (y con él toda la izquierda) que busca interesadamente generar un puente que se asemeje a un pacto de gobierno con Fuerza Popular. Si la población, por algunos nombramientos muy puntuales, empieza a percibir que existe una estrecha colaboración entre el Ejecutivo y Fuerza Popular, trasladará la responsabilidad de los errores no solo a PPK, también a Keiko y al partido, por no ejercer el control. La oposición no debe pactar con un Ejecutivo débil. El sostén y el control son actos políticos propios de una oposición leal y siempre tienen que desarrollarse al margen de un pacto de gobierno. Un Ejecutivo débil es un pésimo compañero de viaje. La censura a Saavedra elimina cualquier percepción de pacto y consolida la existencia del bloque popular en el Congreso. Ejercer el control es la quintaesencia del Parlamento. El pueblo no quiere instituciones castradas. Por lo demás, que nadie dude que un ministro como Saavedra, interpelado sin censura, se transformará en un Behemoth fortalecido, un Mammón que reparte publicidad a los enemigos de FP, la imagen exacta de un monstruo insaciable y blindado casi imposible de detener.

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