En menos de una semana, el Partido Morado ha sufrido dos golpes demoledores por asuntos que para nada pueden considerarse de índole “personal”, pues tanto Julio Guzmán como Daniel Mora son políticos de las ligas mayores que han salido a pedir el voto de los peruanos para convertirse en sus autoridades y administrar sus recursos y sus destinos. El ciudadano tiene todo el derecho de conocer actos como los que se les han atribuido en los últimos días.

Lo de Guzmán es escandaloso no por los asuntos que tendrá que aclarar con su esposa, sino por su rauda fuga una vez que se inició el incendio dentro del departamento miraflorino que compartía con una abogada. Expuso a muchos al peligro. Una situación como esta es demoledora para cualquier político y más aún para un personaje como el líder “moradito”, que no ha dado batalla ni muestra estar a la altura de sus aspiraciones, a pesar del apoyo económico y mediático que posee.

Las entrevistas que ha dado en los últimos días lo demuestran, al igual que la tibieza mostrada desde que la semana pasada estalló el otro escándalo protagonizado por Mora, quien tiene un proceso en el Poder Judicial por haber agredido físicamente a su esposa. A Guzmán se le fue la sonrisa edulcorada y se hizo a un lado, cuando debió ser el primero en ponerse al frente del problema. Actitud similar tuvieron los rostros más visibles de esta agrupación.

Si el Partido Morado no es producto de un marketing engañoso ni un ente creado por alguien con fines personalistas solo para llevar a Guzmán al poder, los dirigentes, si es que existen, deberían ir pensando en cambiar de “líder” con miras a los comicios del 2021. En caso de no dar un golpe de timón, el asunto del incendio durante el almuerzo romántico en Miraflores les va a pasar siempre la factura. Eso de que se trató de un asunto “privado”, no vale en política, ni en el Perú ni en otros países.

Los escándalos de los “moraditos” han mostrado que incluso los “nuevos” políticos arrastran viejas mañas, por lo que los peruanos debemos estar muy atentos a fin de no dejarnos engañar por sonrisas plásticas, discursos sintéticos elaborados por asesores dudosos, ni por señorones de voz engolada que dentro de su casa se quitan el saco y la corbata, y no dudan en agarrar a patadas a su esposa, para luego decir que son víctimas de un “complot” de sus rivales. A no bajar la guardia.